lunes, 12 de abril de 2010

De vuelta a Italia

A finales de 1648 realiza un segundo viaje a Italia con la misión de adquirir allí obras para decorar el Alcázar real. Aquí Velázquez ya era conocido como un gran pintor, y el propio papa Inocencio X le encargará su retrato.

Este magnífico retrato estaría acabado hacia enero de 1650. Inocencio X tendría 66 años cuando le retrató Velázquez, pero dicen que se conservaba muy bien, siendo famoso por su vitalidad, además de por su fealdad, que algunos pensaban incluso que le descalificaba para ser papa; de todas maneras la fealdad fue bastante suavizada por el pintor. El artista sigue el modelo establecido por Rafael al colocar al papa de media figura, sentado y girado hacia su derecha, con bonete y manteletes rojos, y el roquete blanco. Los ropajes están captados con el mayor realismo, obteniendo una increíble calidad en las telas a pesar de la pincelada suelta, que ofrece toda la gama de rojos existente. Pero sin duda lo mejor es el rostro, donde Velázquez capta el alma del retratado; Inocencio X tenía fama de estar siempre alerta, desconfiado e infatigable en el desempeño de su cargo. Todos estos sentimientos los trasmite el papa cuando le miramos. En la mano izquierda lleva un papel donde el pintor se identifica como el autor de esta excelente obra. "Demasiado real", cuentan que dijo el protagonista cuando vio el cuadro acabado.

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